martes, 13 de mayo de 2008

SALMO 49, La insensatez de confiar en las riquezas

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1 Oíd esto, pueblos todos;Escuchad, habitantes todos del mundo,2Así los plebeyos como los nobles,El rico y el pobre juntamente.3Mi boca hablará sabiduría,Y el pensamiento de mi corazón inteligencia.4Inclinaré al proverbio mi oído;Declararé con el arpa mi enigma.5¿Por qué he de temer en los días de adversidad,Cuando la iniquidad de mis opresores me rodeare?6Los que confían en sus bienes,Y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan,7Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano,

El Salmo 49 es un salmo de sabiduría atribuido a los hijos de Coré, tiene muchas similitudes con Proverbios y Eclesiastés. El salmo pide que una persona sabia se de cuenta de que no hay nada que temer del rico opresor: como los animales, también morirán. Pero el justo vivirá por siempre. Este salmo es muy diferente de un salmo de alabanza.La futilidad de la mundanalidad: riquezas, jactancia y fama, resuenan en este salmo. Comparable en su forma con el libro de Eclesiastés, este salmo es uno de los pocos salmos escritos cuyo propósito es enseñar, más que alabar. Este un texto de instrucción para ser musicalizado. Su estructura es: (1) un llamado a la comprensión ( 1-4); (2) un manifiesto de la vanidad de creer en las riquezas ( 5-9); (3) un manifiesto de la inutilidad de las posesiones después de la muerte (10-12); (4) una descripción de la redención de Dios (13-15); (5) la conclusión de que no es necesario temer a los ricos ( 16-20).
En su comentario sobre este salmo Matthew Henry dice: “Rara vez nos encontramos con una presentación más solemne; no hay verdad de mayor importancia. Todos oigamos esto y apliquémoslo a nosotros mismos. Los pobres corren peligro por el deseo indebido de la riqueza del mundo, y los ricos por tener su gozo en ellas. El salmista empieza aplicándolo a sí mismo, y ese es el método correcto de tratar las cosas divinas. Antes de presentar la necedad de la seguridad carnal, él expone, por propia experiencia, el beneficio y el consuelo de la seguridad santa en la gracia, que disfrutan quienes confían en Dios y no en su riqueza mundana.En el día del juicio, la iniquidad de nuestros talones, o de nuestros pasos, de nuestros pecados pasados nos acosarán. En esos días la gente perversa, mundana, tendrá temor, pero ¿de dónde debiera temer la muerte el hombre que tiene a Dios con él?”

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