Iglesia Roca de Salvación
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“Amarás, pues, a Jehovah tu Dios y guardarás su ordenanza, sus estatutos, sus decretos y sus mandamientos, todos los días. 2 “ Hoy habéis de reconocer vosotros, no vuestros hijos que no la han conocido ni visto , la disciplina de Jehovah vuestro Dios: su grandeza, su mano poderosa y su brazo extendido, 3 sus señales y sus obras que hizo en medio de Egipto al faraón rey de Egipto y a toda su tierra, 4 y lo que hizo al ejército de Egipto, a sus caballos y a sus carros, cómo hizo que las aguas del mar Rojo se precipitasen sobre ellos cuando venían tras vosotros, y cómo Jehovah los destruyó hasta el día de hoy, 5 y lo que ha hecho con vosotros en el desierto hasta que habéis llegado a este lugar, 6 y lo que hizo con Datán y Abiram, hijos de Eliab hijo de Rubén, cómo la tierra abrió su boca y los tragó a ellos, a sus familias, sus tiendas y todo lo que les pertenecía en medio de todo Israel. 7 Ciertamente son vuestros ojos los que han visto toda la gran obra que Jehovah ha hecho. (Reina Valera Actualizada 1989)
La presente generación no era responsable por el fracaso del pueblo al no ocupar la tierra prometida en su primera oportunidad (39 años antes). Además, Moisés había hecho hincapié en el hecho que Dios estaba haciendo un pacto directamente con ellos (la nueva generación Deuteronomio 5:3). Ahora se les advertía que aprendieran de la manera en que Dios había tratado con ellos desde que salieron de Egipto. Eran especialmente responsables de discernir las experiencias que habían tenido durante los años en el desierto. Sus hijos, los que aún estaban muy jóvenes para apreciar esas cosas o los que aún no habían nacido, dependerían de ellos (La vieja generación) para conocer lo que Dios había hecho.
Lo que el pueblo había visto se denomina la disciplina de Dios (v. 2); pero nunca como algo separado de su amor. El punto se ilustra en dos maneras un tanto diferentes. Primera, Moisés recordó la derrota de los egipcios, tanto con las plagas (ver 3) como por la derrota que los israelitas les infligieran cuando los persiguieron después de que Faraón les había permitido abandonar su tierra (ver 4). Esta disciplina era una prueba del poder de Dios y de su amor para con su pueblo escogido. Segunda, Moisés recuerda la suerte que corrieron Datan y Abiram, quienes desafiaron el derecho de Moisés y Aarón a ser los líderes y, particularmente, habían deseado compartir de los privilegios del sacerdocio, en vez de aceptar su posición como “levitas”. En este pasaje el término “disciplina” aparece en su aspecto más oscuro, como el juicio de Dios por el fracaso de no guardar el pacto, y especialmente sobre el descarado y autosuficiente rechazo de sus caminos.
El verso 1 presenta la verdad inicial en toda verdadera obediencia: “Sin amor no puede haber obediencia a los testimonios divinos, ni tampoco felicidad en el alma, el corazón que está desprovisto del amor de Dios, está vacío de todo bien, y por lo tanto miserable”.
Es imposible no encontrar en estos versos una insinuación al libre albedrío, los versos 26 y 27 dicen “yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si obedecéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os mando hoy”.La bendición que solo es consecuencia del bien, está solo en las manos del hombre. Antes de que Dios le diera la ley en el Sinaí a los hebreos, el bien traía la consecuencia inmediatamente, y el mal era castigado también inmediatamente. Dios no tiene la responsabilidad, ni por el mal que le acontece al malo ni por el bien que le sobreviene al justo (dice Rabí Avin) es Moisés quien le ha precisado los dos caminos que conducen respectivamente a la felicidad o la desgracia, para que nadie diga que Dios ha creado el mundo sin indicar cual vía es la de la bendición y cual vía es la de la maldición.
La razón de la repetición frecuente de los mismos o similares consejos tiene su origen en el carácter pueril y el estado de la congregación de Israel, que requiere línea por línea, y precepto por precepto. Además, los israelitas eran un pueblo obstinado y perverso, impaciente de control, propensos a la rebelión, y, debido a su larga estancia en Egipto, eran violentamente adictos a la idolatría por lo que corrían el riesgo inminente de ser seducidos por la religión del país al que iban, que, en sus rasgos característicos, tenía un gran parecido con la del país que habían dejado.
El argumento de Moisés es el siguiente: “Debido a que Dios te ha hecho como las estrellas del cielo, en multitud (el capítulo anterior concluye diciendo eso), debes amar al Señor tu Dios (así comienza este capitulo, tomando la idea final del anterior). Aquellos a quienes Dios ha creado en familia, cuyo inicio fue pequeño, pero cuyo fin último aumenta en gran medida, deben de utilizar esto como argumento de por qué deben servir a Dios. Deben obedecer sus decretos, es decir, los oráculos de su palabra y las ordenanzas de su culto. Ellos habían recibido el encargo de preservar la palabra revelada y el orden de culto establecido. Esto era una frase que a menudo se le decía a los sacerdotes y levitas, como también a todo Israel pues eran un reino de sacerdotes, una nación santa. Observe la conexión de estas dos cosas: Amar al Señor y el deber de obediencia, el amor funciona en la obediencia, y sólo es aceptable la obediencia que se deriva de un principio de amor y no del deber. 1 Juan 5:3.
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