martes, 27 de abril de 2010

Elemento obediencia en la religion cristiana: Deuteronomio 5:29

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El elemento obediencia en la religión cristiana

Deuteronomio 5:29

¡Oh, si tuviesen tal corazón que me temiesen y guardasen todos mis mandamientos todos los días, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos para siempre!

Aunque en virtud de su poder, Dios puede, por medio de un milagro, cambiar la naturaleza pecadora del ser humano, nunca ha recurrido a un prodigio para cambiar la condición pecadora de los individuos. Por eso este pasaje y otros muchos de las escrituras, enfatizan en la responsabilidad humana para el cambio. Esta es la razón de los preceptos, de las prohibiciones, de las recompensas, de las sanciones, que aparecen a través de toda la Biblia. Podemos demostrar este principio apoyándolos con pruebas. No queremos decir, claro esta, que el cambio en la naturaleza humana, sea difícil de hacer para Dios, al contrario, es posible si se somete al Espíritu de Dios. Sin embargo, según los principios contenidos en la Biblia, Dios no ha querido nunca valerse de un milagro para erradicar o cambiar la naturaleza del hombre, pues si fuera su voluntad cambiar constantemente la naturaleza de un ser humano, en virtud de lo que el como Dios quiera obtener del individuo, la misión de todos los profetas, ministros de Dios, en la Biblia y a través de la historia fuera inútil. Los ministros son los puentes que unen al ser humano con Dios, apelan a la conciencia mediante la palabra y el ser humano acepta voluntariamente este llamado. Dios puede influir en el corazón humano para que lo obedezca, pero nunca forzarlo, el libre albedrío del ser humano puede ser influido, tanto para el bien como para el mal, pero Dios nunca obligara al ser humano a tomar una decisión, es un principio vital de su moralidad. El capitulo 32 verso 29 dice “Ojalá que fueran sabios, que comprendieran esto que discernieran su futuro”. El pueblo de Israel fue libre para obedecer o no obedecer. Cuando cosechó las consecuencias de su libre elección, Dios se lamentó, de que el pueblo no quiso obedecer. Isaías 48:18,19 dice “¡Si tan sólo hubieras atendido a mis mandamientos! Entonces habría sido tu paz como un río y tu justicia como las olas del mar. Sería como la arena tu descendencia, y tus hijos como sus granos; nunca habría sido cortado ni borrado su nombre de mi presencia” . Teológicamente la obediencia surge de dos fuentes, de la reverencia al señor, 5:29, saber quien es, y que hace por nosotros, conocer su naturaleza y su obra y segundamente de nuestro amor a Dios Mt 22:37–40; Jn 14:21; 1 Ju 2:5; 5:3. Este amor a Dios surge del conocimiento que tenemos de el, ya que sabemos que clase de Dios es y que hace por nosotros, entonces lo amamos. “Nosotros lo amamos porque el nos amó primero”.
En este texto el pueblo, sobrecogido por la teofanía majestuosa de Jehová, acompañada de truenos y relámpagos, se maravilla de haber salido con vida de aquel espectáculo, pero no quiere que se repita el hecho, y ruega a Moisés que se comunique directamente con Dios en lugar de ellos, trayendo luego sus disposiciones .A Dios le agrada este temor reverencial hacia lo divino, y accede a comunicar sus leyes al profeta. Dios dijo a Moisés que quería que el pueblo inclinara sus corazones a temerle, que desearan respetarlo y obedecerlo. Existe una diferencia entre hacer algo porque se nos exige, y hacer algo porque queremos hacerlo. Dios no está interesado en las prácticas ni en las observancias religiosas forzadas. Él quiere nuestro corazón y nuestra vida completamente dedicados a él. Si lo amamos, la obediencia vendrá sola.
Durante los años de esclavitud, surgió y se mantuvo una contradicción cristiana, los esclavistas eran “cristianos” y en muchos casos hasta pastores, muchos sacerdotes y clérigos tenían miles de esclavos. Una de las armas predilectas que tenían para mantener sumisos a sus esclavos era la predica, cada domingo enseñaban sobre la excelencia de la obediencia cristiana. Llenaban de miedo a los esclavos, y estos aterrorizados por temor a las llamas del infierno, soportaban tratos terribles. Los esclavistas predicaban los deberes de la obediencia cristiana y apoyados en esa predica humillaban a las sirvientas, las violaban de forma brutal, separaban a los hijos de las madres. Tal obediencia no es bíblica, eso es esclavismo. La obediencia bíblica empieza en el conocimiento: “Conocimiento+confianza=obediencia”. Esta es la formula, primero el conocimiento de Dios. Ahora, ese conocimiento no basta, necesita ser aprobado, debemos tener confianza en ese conocimiento, aceptarlo como verídico y confiable y cuando tenemos el conocimiento y la confianza en el conocimiento, entonces surge el amor a Dios, la reverencia a Dios, que termina convirtiéndose en obediencia. En una palabra, la única forma de ser felices es ser santos, pero la santidad no se obtiene por la represión mental, ni por medio de sistemas de disciplina forzada, sino que es producto de nuestro conocimiento de Dios, y de nuestro amor a él. Dios no reina por compulsión represiva sino de mutuo acuerdo, la coacción y la obligación no son medios que Dios utilice para hacernos santos, siempre que Dios exige, lo hace para nuestro bien y porque nos ama.

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