viernes, 17 de julio de 2009

Nueva vida en Cristo Romanos 8:5-11

Iglesia Roca de Salvación
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ROMANOS 8:5-11

Los que viven de acuerdo con los dictados de la naturaleza humana pecadora están inmersos en las cosas de este mundo. Los que viven de acuerdo con los dictados del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Estar absorto en las cosas de este mundo conduce a la muerte; pero estarlo en las cosas del Espíritu conduce a la vida y a la paz. Porque el estar pendiente de las cosas que fascinan a nuestra naturaleza humana pecadora implica enemistad con Dios; porque así no se obedece a la Ley de Dios, ni se puede aunque se quisiera. Los que viven una vida exclusivamente mundana no pueden agradar a Dios; pero vosotros no estáis dominados por los intereses que fascinan a nuestra naturaleza humana pecadora, sino bajo el dominio del Espíritu en la medida que el Espíritu de Dios mora en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no pertenece a Cristo; pero si en vosotros está Cristo, aunque a causa del pecado vuestro cuerpo sea mortal, vuestro espíritu tiene la vida que viene de la justicia. Si está en vosotros el Espíritu del que resucitó a Jesús, Él hará que hasta vuestros cuerpos mortales estén vivos mediante el Espíritu Que mora en vosotros. (Nueva versión internacional)


Este capítulo tiene una conexión con la primera parte del anterior. El ahora pues, con que Pablo comienza, sugiere que está sacando una conclusión de lo dicho anteriormente. Tanto el vocabulario como el contenido del v. 1 señalan al final del cap. 5 como base de esta conclusión. El argumento de Pablo es que los creyentes en Cristo están libres de la condenación (katakrima; versos. 16 y 18) producida por Adán, porque han sido unidos a Jesucristo que es la cabeza corporativa de la iglesia. Es éste el concepto que Pablo, luego de su digresión en los capítulos. 6 y 7, reitera ahora: Ninguna condenación [Katakrima] hay para los que están en Cristo Jesús. Pablo, en el capitulo 8, está presentando el contraste entre dos clases de vida: (I) La vida que está dominada por la naturaleza humana pecadora, cuyo centro solo es el yo, cuya única ley es su propio deseo, que se apodera de lo que quiere en cuanto puede. Personas diferentes describirán esa vida de forma diferente. Puede estar controlada por las pasiones, por la lujuria, por el orgullo o por la ambición. Se caracteriza por estar absorta en las cosas en las que pone su delicia la natural za humana sin Cristo. (II) Y la vida controlada por el Espíritu de Dios. Como los seres vivos necesitan aire para vivir, así los cristianos viven en Cristo. De la misma manera que está en nosotros el aire que respiramos, así también Cristo. El cristiano no tiene una mente propia; su mente es la de Cristo (1 Corintios 2:16). No tiene deseos propios: la voluntad de Cristo es su única ley. Está gobernado por el Espíritu, controlado por Cristo, centrado en Dios. El favor de Dios, el bienestar del alma, los intereses de la eternidad, son las cosas del Espíritu que importan a quienes son según el Espíritu. ¿Por cuál camino se mueven con más deleite nuestros pensamientos? ¿Por cuál camino van nuestros planes e ingenios? ¿Somos más sabios para el mundo o para nuestras almas? Los que viven en el placer están muertos, 1 Timoteo v, 6. El alma santificada es un alma viva, y esa vida es paz. La mente carnal no es sólo enemiga de Dios, sino la enemistad misma. El hombre carnal puede, por el poder de la gracia divina, ser sometido a la ley de Dios, pero la mente carnal, nunca; esta debe ser quebrantada y expulsada. Podemos conocer nuestro estado y carácter verdadero cuando nos preguntamos si tenemos o no el Espíritu de Dios y de Cristo, versículo 9. Vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu. Tener el Espíritu de Cristo significa haber cambiado el designio en cierto grado al sentir que había en Cristo Jesús, y eso tiene que notarse en una vida y una conversación que corresponda a sus preceptos y a su ejemplo.
Estas dos vidas van en sentidos diametralmente opuestos. La vida dominada por los deseos y las actividades de la naturaleza humana pecadora lleva a la muerte. En el sentido más literal, no tiene futuro porque se va alejando más y más de Dios. El permitir que las cosas del mundo dominen la vida conduce a la extinción y el suicidio espiritual. Al vivir así uno se incapacita cada vez mas para estar en la presencia de Dios, se vuelve resentido a la ley de Dios. No piensa en Dios como su amigo sino como su enemigo. La vida gobernada por el Espíritu está centrada en Cristo, orientada hacia Dios y se acerca cada día mas al cielo aun cuando sigue en la tierra, es una vida que es una marcha tan regular hacia Dios que la transición final de la muerte no es mas que un paso mas en el camino. Como Enoc de quien se dice que su vida era un caminar con Dios y Dios lo tomó; o como decía un niño.”Se daba paseos con Dios hasta que un día no regreso”

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