lunes, 31 de agosto de 2009

Normas de comunion cristiana (1) 1 de Juan 1:5-10

Iglesia Roca de Salvación
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CHICAGO ILLINOIS 60647.

1 de Juan 1:5-10

Éste es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad. Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros. (Nueva Versión Internacional)


Vivir en comunidad es un derecho que uno tiene que ganarse, sea una comunidad cristiana, comercial o familiar. Para vivir en colectividad la persona tiene que hacer reajustes a su conducta y compromisos, no es posible que una persona quiera vivir como siempre y a la vez compartir una sociedad que tiene leyes compartidas, esa es la razón por la que algunos permanecen solos toda la vida.
Ningún pasaje es más fundamental para entender la comunión de la familia cristiana que 1 Juan 1:5–10. En él Juan plantea principios vitales para la vida cristiana diaria, y esta comunión se basa en la muerte de Cristo (v. 7). Así, otro beneficio de su muerte es que hace provisión para el disfrute de la comunión dentro de la familia de Dios. Que este pasaje se refiere a la comunión familiar, y no a la justificación inicial, parece claro debido a la repetición de los pronombres “nosotros” y “vosotros”. Dieciséis veces aparecen en estos seis versículos. También 2:1 continúa el tema y se dirige claramente a creyentes. La salvación, por supuesto, trae un perdón perfecto, completo, y eterno (Efesios 1:7), pero los cristianos pecan y, por lo tanto, necesitan perdón continuo para poder disfrutar de comunión dentro de las relaciones familiares. Algunos han negado que esto sea necesario, alegando que puesto que los cristianos ya están perdonados, no necesitan pedir lo que ya poseen. Pero los creyentes sí necesitan perdonar y pedir perdón (véanse Lucas 11:4; 2 Corintios 2:10; Efesios 4:32; Colosenses 3:13).
¿Cuáles son las condiciones para disfrutar de la comunión familiar? Son dos: conformarse a la norma de la luz, y confesar el pecado. Dios es luz, una norma imposible de cumplir para cualquiera que todavía esté en un cuerpo mortal, así que, gracias a él, éste no es el requisito. El requisito es que andemos en luz. Esto nos coloca en la misma esfera moral del Padre, para que podamos participar de la comunión. El requisito se adapta a cada creyente porque, cual sea su grado de madurez, recibe alguna luz de la Palabra a la cual tiene que responder. A medida que responda, llega más luz y con ella más respuesta. Así que, la comunión crece a medida que se expanda ese círculo de luz. Por supuesto, no siempre sigue la respuesta. El pecado entra, y se necesita la confesión para restaurar la comunión.
¿Qué es la confesión? Es decir lo mismo que Dios dice acerca del pecado. Es tener la misma perspectiva que tiene Dios en cuanto a ese pecado. Esto tiene que incluir más que simplemente reconocer el pecado, porque la perspectiva de Dios también incluirá que hay que abandonar ese pecado. Por lo tanto, confesar incluye una actitud de abandonar ese pecado. La confesión privada a Dios siempre es necesaria para restaurar la comunión. ¿Y qué de la confesión pública también?
Eso depende. Hay ejemplos bíblicos de confesión pública (Santiago 5:16 da una exhortación general, y Hechos 19:18 un ejemplo específico). El pecado público normalmente requeriría confesión pública. Hace años yo estaba platicando acerca de este tema de la confesión pública con un creyente ya anciano. El me dio dos guías valiosas que deben regir en la confesión pública. (1) Esté seguro de que es Dios quien le está impulsando a confesar públicamente. Satanás, las emociones, o la presión pública también lo pueden instar a hacer algo que puede que no sea del Señor. (2) Antes de decir nada, pregúntese si edificará o no a los oyentes, ya que todas las cosas en la asamblea general se deben hacer para edificación. Cuando confesamos al Padre, él es confiable y justo para perdonar y restaurarnos a la comunión familiar. Esto es cierto, ya sea que lo sintamos o no. Y nótese que él lo hace en virtud de la muerte de Cristo, quien fue la propiciación por nuestros pecados (1 Juan 2:1–2).

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