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LA HUMANIDAD DE CRISTO
Hebreos 2:14-18
Por tanto, puesto que los hijos han participado de carne y sangre, de igual manera él participó también de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el dominio sobre la muerte (éste es el diablo), y para librar a los que por el temor de la muerte estaban toda la vida condenados a esclavitud. Porque ciertamente él no tomó para sí a los ángeles, sino a la descendencia de Abraham. Por tanto, era preciso que en todo fuese hecho semejante a sus hermanos, a fin de ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en el servicio delante de Dios, para expiar los pecados del pueblo. Porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.
Una conversación telefónica que sostuve esta semana con un amigo de la infancia, José Ángel (Wichi), ocasionó la reflexión de hoy, saludos y oraciones por nuestro querido hermano.
He asistido a conferencias, en la cual el orador sostiene que la sangre que Cristo derramo en la cruz no fue una sangre humana natural. Imagínese eso significa el retorno al docetismo. Con el surgir del neo-paganismo, la metafísica y otras creencias, la fe cristiana y sus doctrinas han sido de alguna forma alteradas para hacerlas coincidir o armonizar con las creencias parasicológicas y metafísicas modernas, muchas de ellas provenientes del mundo oriental por medio de la Nueva Era. Ha habido intentos de igualar a Cristo con Sant German y otros personajes místicos de la historia. Por eso el cristiano tiene que estar claro sobre la naturaleza y obra del Cristo en el que cree.
Por varios siglos después de que Jesús vino a este mundo, sus seguidores se enredaron en largas y algunas veces ásperas discusiones acerca de quién era el Señor. ¿Era Dios, el Dios que creó el universo? ¿Era hombre, un miembro de carne y sangre de la familia humana? ¿Era El ambos?
Que Dios el Hijo haya tomado sobre sí mismo una naturaleza humana real es una doctrina crucial del cristianismo histórico. El gran concilio ecuménico de Calcedonia, en el año 451 DC, declaró que Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios y que la humanidad y divinidad de Cristo están unidas sin confusión, sin mutación, sin división y sin separación, cada naturaleza conservando sus propios atributos. La verdadera humanidad de Jesús ha sido atacada, principalmente en dos formas. La iglesia primitiva se vio obligada a combatir la herejía del docetismo, que enseñaba que Jesús no había tenido un cuerpo físico real ni una verdadera naturaleza humana. Argumentaban que Jesús meramente "parecía" tener cuerpo pero que en realidad era un ser fantasmal. Para contrarrestar esto, Juan declaró con total firmeza que aquellos que negaban que Jesús hubiera verdaderamente venido en la carne eran del Anticristo.
La otra herejía rechazada por la iglesia consistió en la herejía monofisita. Según esta herejía Jesús no tenía dos naturalezas sino solo una, y esta naturaleza singular no era ni verdaderamente divina ni verdaderamente humana sino una mezcla de ambas. Se la llamaba una naturaleza teo-antropomórfica, Esta naturaleza teo-antropomórfica implicaba una naturaleza humana deificada o una naturaleza divina humanizada.
Hay formas sutiles de la herejía monofisita que amenazan la iglesia en cada generación, obre todo en el mundo occidental religioso actualmente. La tendencia a creer que la naturaleza humana de Cristo es absorbida por la naturaleza divina, de manera tal que la humanidad de Jesús no tenga ninguna limitación ni manifestación verdadera, es común en el pensamiento cristiano moderno.
Debemos distinguir entre las dos naturalezas de Jesús sin separarlas. Cuando Jesús tiene hambre, por ejemplo, vemos una manifestación de la naturaleza humana, no de la divina. Lo que se dice de la naturaleza divina o la naturaleza humana puede ser afirmado sobre la persona en su acción momentánea. Por ejemplo, en la cruz, Cristo, el Dios-hombre, murió. Esto, sin embargo, no significa decir que Dios pereció en la cruz, como sustento el filósofo ateo Nietzsche. Aunque las dos naturalezas permanecen unidas después de la ascensión de Cristo, es necesario que todavía diferenciemos ambas naturalezas en lo que respecta a la modalidad de su presencia entre nosotros. Con respecto a su naturaleza humana, Cristo ya no está entre nosotros. Sin embargo, con respecto a su naturaleza divina, Cristo siempre está entre nosotros. La humanidad de Cristo fue como la nuestra. Se hizo hombre "por nuestra causa". Compartió nuestra situación para actuar como nuestro Redentor. Se convirtió en nuestro sustituto, tomando sobre sí mismo nuestros pecados y sufriendo en nuestro lugar. También se convirtió en nuestro defensor, cumpliendo con la ley de Dios en nuestro lugar. Actualmente, auque esta sentado a la diestra de Dios, sigue siendo todo Dios y todo Hombre.
En la redención hay un intercambio en dos sentidos. Nuestros pecados son entregados a Jesús. Su justicia es entregada a nosotros. Él recibe el juicio que correspondía a nuestra humanidad imperfecta, mientras que nosotros recibimos la bendición que le correspondía a su humanidad perfecta. En su humanidad Jesús compartía las mismas limitaciones comunes a todos los seres humanos, excepto que era sin pecado. En su naturaleza humana no era omnisciente. Su conocimiento, aunque verdadero y exacto, no era infinito. Había cosas que desconocía, tales como el día y la hora de su regreso a la tierra. Por supuesto, en su naturaleza divina era omnisciente y su conocimiento no tiene límites. Como un ser humano, Jesús estaba restringido por el tiempo y el espacio. Como cualquier otro ser humano, no podía estar en más de un lugar al mismo tiempo. Transpiró. Tuvo hambre. Lloró. Soportó el dolor. Era mortal, era capaz de sufrir la muerte. En todos estos aspectos Él era como nosotros. Sin embargo aún cuando el Señor era realmente humano, su humanidad no se involucraba con el pecado en ningún aspecto. Tengamos en cuenta que el pecado no forma parte de la humanidad; por el contrario, es una anormalidad. Además de ser cierto que Cristo “no hizo pecado” (1.ª Pedro 2:22), también es cierto que “no hay pecado en él” (1.ª Juan 3:5), y que Él “no conoció pecado” (2.ª Corintios 5:21). El pecado ni siquiera podía influenciar sus pensamientos.
La humanidad auténtica del Señor Jesús y su identificación con nuestra humanidad son verdades claramente enseñadas en Hebreos 2: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (v 14). “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (v 17).
El texto del encabezamiento esta hablando de la humanidad de Cristo, Esta diciendo que para alcanzar la salvación de sus hijos y para atraerlos a sí mismo como la comunidad de la fe, el Hijo tuvo que compartir plenamente su humanidad (carne y sangre). El propósito de esta encarnación (el llegar a ser humano) fue que él pudiera morir y destruir por medio de la muerte al que tenía el dominio sobre la muerte (éste es el diablo). Jesús es el postrer Adán que por medio de su muerte y resurrección deshizo toda la ruina que Adán causó cuando desobedeció a Dios. Por un poco de tiempo Cristo fue menor que los ángeles, incluso en la humillación del Calvario (Filipenses 2.1–12). Cristo tenía que tener un cuerpo de carne para poder morir por los pecados del mundo. Los hombres le coronaron con espinas en la tierra, pero ahora ha sido coronado con gloria y honor; véase 2 Pedro 1.17. Hay ahora una nueva familia en el mundo: Cristo está trayendo muchos hijos a la gloria. Adán, por su pecado, hundió a sus descendientes en el pecado y la muerte; Cristo ahora cambia a los hijos de Adán en hijos de Dios. Él es el «pionero» (autor) de nuestra salvación, el que abre el sendero para que podamos seguir. Somos sus hermanos, porque somos de la misma familia, habiendo sido hechos partícipes de su divina naturaleza y apartado para Dios a través de su muerte (10.10). Aquí se cita el versículo 22 del Salmo 22, aquel salmo del Calvario, hablando de la resurrección de Cristo. También se cita a Isaías 8.17, 18.
Resumen
- Jesús tuvo una naturaleza humana verdadera que estaba perfectamente unida a su naturaleza divina.
- El docetismo dice que Jesús no tuvo un cuerpo físico verdadero.
- La herejía monofisita implica la deificación de la naturaleza humana, resultando su humanidad eclipsada por su deidad.
- La humanidad de Cristo es la base de su identificación con nosotros, por eso es tan importante.
- Jesús llevó sobre sí nuestros pecados y nos imparte su justicia.
- La naturaleza humana de Jesús tenía las limitaciones de cualquier ser humano normal, excepto que él era sin pecado.
Pasajes bíblicos para la reflexión
Juan 1:1-14
Gálatas 4:4
Filipenses 2:5-11
Hebreos 2: 14-18
Hebreos 4: 15
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