jueves, 8 de octubre de 2009

La Vida segura 1 de Juan 5:6-16




1 de Juan 5: 6-16

Este es Jesucristo, el que vino por agua y sangre; no por agua solamente, sino por agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan en uno. Si recibimos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es mayor; porque éste es el testimonio de Dios: que él ha dado testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna. Y ésta es la confianza que tenemos delante de él: que si pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.



Estamos enviando una serie de reflexiones basadas en la primera epístola de Juan. Hemos hablado de la vida gozosa, de la vida victoriosa y ahora veremos la vida segura. En el capitulo 5 versículos 6-12 Juan trata el tema de La seguridad de la vida eterna. ¿Es segura la salvación? Todo creyente desea tener seguridad de la salvación, La certidumbre de que cuando vuelva Cristo, o cuando llegue la muerte, ira a estar con el Señor Jesús en el cielo. En su Evangelio, Juan nos dice cómo ser salvos (Juan 20.31), pero en esta epístola nos dice cómo estar seguros de que somos salvos. La carta es una serie de «pruebas» que los cristianos pueden usar para examinar su comunión (caps. 1–2) y su calidad de hijos (caps. 3–5). Nótese que el énfasis de los capítulos 3–5 es que hemos nacido de Dios (3.9; 4.7; 5.1, 4, 18). Confianza es sinónimo de Seguridad en la mayor de las veces en esta epístola: a) que cuando se manifieste, tengamos confianza 1 Juan 2.28 b) para que tengamos confianza en el día del juicio 4.17 c) y esta es la confianza que tenemos en él, 5.14. La seguridad de la salvación es importante, tan importante que hizo que escribiera toda esta carta. En primera de Juan es prominente la nota positiva sobre la seguridad cristiana. Veintidós veces se menciona el verbo «conocer». La verdad cristiana va más allá de toda especulación, porque está irrevocablemente anclada en el acontecimiento histórico de Jesucristo, y en el testimonio apostólico sobre ese acontecimiento. Además, los cristianos han recibido la unción y el testimonio del Espíritu Santo para confirmarles la verdad acerca de Dios, Cristo y su propia postura espiritual. El Doctor Donald C. Stamps, bosqueja la doctrina juanina de la seguridad eterna de la siguiente forma.
  1. Estamos seguros de la salvación si se cree en el Hijo de Dios 1 Juan 5:13: confróntelo con 4:15 y 5:1-5
  2. Estamos seguros de la salvación si se honra a Cristo como señor: 1 de Juan 2:3-5 confróntelo con 3:24; 5:2
  3. Se tiene seguridad de la salvación cuando se ama al Padre al Hijo y no al mundo y si se vence la influencia del mundo. 1 Juan 2:15-16 confróntelo con 4:4-6 y 5:4
  4. Se tiene seguridad de la salvación si se practica la justicia y no el pecado 1 de Juan 2:29, el que practica el pecado es del diablo 3:7-10
  5. Se tiene la seguridad de la salvación si se ama a los hermanos 1 de Juan 3:14,19 confróntelo con 2:9-11; 3:23;4 8-11
  6. Se tiene la seguridad de la salvación si se tiene conciencia de que el Espíritu Santo mora en todo aquel que cree. 1 Juan 3:24 y 4:13
  7. Se tiene seguridad de la salvación si se cree en el Verbo de Vida 1 Juan 1:1
  8. Se tiene seguridad de la salvación si se tiene un anhelo ferviente y una esperanza viva en la segunda venida de Cristo 1 Juan 3:2 y 3.

Juan enfatiza que escribió para dar seguridad sobre la vida eterna a aquellos «que creéis en el nombre del Hijo de Dios» (5.13). La incertidumbre de sus lectores acerca de su condición espiritual tenía su origen en un conflicto no solucionado con los maestros de una falsa doctrina. La herejía ya estaba en marcha, y Juan quiere que ellos sepan que los creyentes verdaderos están en buen seguro, guardados por la Santa Unción, ésta Unción ilumina nuestras mentes, comunicando conocimiento espiritual 1 Juan 2:20. Juan se refiere a las falsas enseñanzas como un engaño (2.26; 3.7) y a sus maestros como «falsos profetas» (4.1), mentirosos (2.22) y anticristos (2.18, 22; 4.3). Alguna vez habían pertenecido a la iglesia, pero se habían retirado (2.19) y habían «salido por el mundo» (4.1) a propagar su peligrosa herejía.

Tres pruebas demuestran lo genuino del cristianismo: la prueba de la fe (4.2), la prueba de la obediencia (2.3) y la prueba del amor (4.20). Estas mismas cosas se afirman negativamente. Aquel que profesa ser cristiano pero que no pasa la prueba de la fe (2.22), la prueba de la obediencia (1.6) y la prueba del amor (4.20), es un mentiroso. Juan resume las tres pruebas en 5.1–5, donde indica que una profesión de fe cristiana es falsa a menos que se caracterice por una creencia verdadera, la obediencia a Dios y el amor fraternal. La misma prueba es válida en nuestros días.

En el NT, (dice J. I. Packer, profesor de Teología Sistemática en el Regent College, Vancouver, Canadá) la fe segura tiene un doble objeto: primero, la verdad de Dios revelada, entendida en su conjunto como una promesa de salvación en Cristo; segundo, el interés del mismo creyente en dicha promesa. En ambos casos la seguridad es correlativa del testimonio divino, a la vez que derivada del mismo.

1. Dios testifica a los pecadores que el evangelio es su verdad. Esto lo hace tanto por los milagros y dones carismáticos que autenticaron a los apóstoles como sus mensajeros (He. 2.4), como también por la iluminación del Espíritu que permitió a sus oyentes reconocer y recibir el mensaje “no como palabra de hombres, sino según es en verdad la palabra de Dios” (1 Tes. 2.13, confronte con. 1.5).

2. Dios testifica a los creyentes de que son hijos suyos. El don del Espíritu de Cristo (véase Hecho. 2.38; 5.32; Gálata. 3.2) es en sí mismo el testimonio de Dios de que los ha recibido en el reino mesiánico (Hechos. 15.8), y que ahora lo conocen como Salvador (1 Juan. 3.24). Esta dádiva, las “arras de nuestra herencia” (Ef. 1.14), los sella como posesión eterna de Dios (Ef. 1.13; 4.30), y les asegura que ahora, mediante Cristo, son sus hijos y herederos. El Espíritu da testimonio de esto impulsándolos a dirigirse a Dios como “Padre” (Ro. 8.15s; Gálatas. 4.6) y dándoles la seguridad de su amor paternal (Ro. 5.5). De ahí la libertad y el gozo delante de Dios y los hombres que en todo lugar caracterizan la religión del NT.


El autoengaño representa, sin embargo, un peligro, pues un fuerte convencimiento de estar en una relación salvífica con Dios puede ser una fuerte ilusión de origen demoníaco. La seguridad interior, por lo tanto, debe ser verificada mediante comprobaciones morales y espirituales externas (vea Tito. 1.16). Las epístolas de Juan se ocupan directamente de este enfoque. Juan especifica que una correcta creencia respecto a Cristo, el amor hacia los demás creyentes, y la rectitud de conducta son signos objetivos de que se es hijo de Dios y de que se lo conoce como Salvador (1 Juan. 2.3–5, 29; 3.9s, 14, 18s; 4.7; 5.14, 18). Aquellos que hallan en sí mismos estas señales podrán asegurar (lit., “persuadir”) sus corazones en la presencia de Dios cuando un sentimiento de culpa les haga dudar de su favor (1 Juan. 3.19). Pero la ausencia de estas señales demuestra que cualquier seguridad que se pueda sentir es ilusoria (1 Juan. 1.6; 2.4, 9–11, 23; 3.6–10; 4.8, 20; 2 Juan. 9; 3 Juan. 11).

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