viernes, 20 de noviembre de 2009

El plan divino de Salvacion, de la eternidad a la eternidad Efesios 1:3-21




Efesios 1:3:21

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Asimismo, nos escogió en él desde antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó por medio de Jesucristo para adopción como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad, para la alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio gratuitamente en el Amado. En él tenemos redención por medio de su sangre, el perdón de nuestras transgresiones, según las riquezas de su gracia que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría y entendimiento. El nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en Cristo, a manera de plan para el cumplimiento de los tiempos: que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra. En él también recibimos herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que realiza todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, para que nosotros, que primero hemos esperado en Cristo, seamos para la alabanza de su gloria. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo que había sido prometido, quien es la garantía de nuestra herencia para la redención de lo adquirido, para la alabanza de su gloria. Por esta razón, yo también, habiendo oído de la fe que tenéis en el Señor Jesús y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones. Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él; habiendo sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcáis cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza. Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad sino también en la venidera. (Reina Valera Actualizada)

El contenido de lo que aquí expone el Apóstol en forma de acción de gracias, es de una riqueza doctrinal extraordinaria; sin duda, una de las páginas más densas de doctrina de todo el Nuevo Testamento. La forma reviste a veces tonos líricos, de ahí que algunos autores consideren todo el pasaje como un himno. Tres veces, a modo de estribillo, se repite la frase “para alabanza de la gloria de Dios” (v.6.12.14).Hay cierto ritmo en la construcción gramatical y tono como litúrgico, quizás tratando de conservar el eco de las acciones de gracias eucarísticas (vea.5:19-20).El pensamiento dominante es la economía de la redención o plan divino de salvación, por el cual Dios, desde toda la eternidad, determinó salvar a la humanidad. El Apóstol atribuye a Dios Padre la gloria y la iniciativa de este plan de salvación universal (v.3-4),plan que se realiza en Cristo y por Cristo (v.5-7),y al que el Espíritu Santo contribuye con su acción santificadora (v.13-14).Gramaticalmente el estilo resulta bastante intrincado, a causa de la abundancia de ideas, que se van encadenando unas a otras, formando todo el pasaje (en el texto original)desde el v.3 al v.14 un solo período, cargado de pronombres relativos, que sirven de enlace entre los diversos incisos o proposiciones. Para mayor claridad en la exposición, podemos distinguir cuatro apartados, que corresponden a otras tantas fases o etapas en el desarrollo del pensamiento paulino: a) enunciado general del tema (v.3), b) designio eterno de Dios (v.4-6),c) redención por Cristo y en Cristo (v.7-10), d)Salvación para judíos y gentiles (v.11-14). Comienza el Apóstol con la afirmación general de que Dios “nos bendijo en Cristo con toda bendición espiritual en los cielos” (v.3).En los versículos siguientes concretará cuáles son esos beneficios de que Dios nos ha colmado y que constituyen el plan divino de salvación .Habla de bendición “espiritual,” en cuanto que son beneficios que proceden del Espíritu y pertenecen a la esfera del espíritu o parte superior del hombre (vea .Rom 8:2-11;Gal 5:16-25).La expresión “en los cielos ” viene a ser casi sinónima del adjetivo “espiritual,” señalando que se trata de beneficios celestes por su origen y por su destino, ya que nos los dispensa Dios desde el cielo y están destinados a recibir allí su consumación definitiva .Todos estos beneficios nos son concedidos “en Cristo,” es decir,,en cuanto estamos unidos a Cristo, formando uno con El. Después de esa afirmación de carácter general, el Apóstol comienza la enumeración de dichos beneficios. El primero y fundamental es que Dios “nos eligió para ser santos., predestinándonos a la adopción de hijos suyos., conforme al beneplácito de su voluntad” (v.4-5).Parece que San Pablo presenta la “predestinación” simplemente como una modalidad de la “elección,” y su objeto o término real es la filiación adoptiva. Sin embargo, la expresión griega también puede traducirse habiéndonos predestinado, en cuyo caso la predestinación sería presentada como acto divino lógicamente anterior al de la elección.
Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad, el vive en un constante presente. Por tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia:"Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles y los pueblos de Israel (cf. Sal 2,1-2),de tal suerte que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado"(Hch 4,27-28).Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (cf.Mt 26,54;Jn 18,36;19,11)para realizar su designio de salvación (cf. Hch 3, 17-18). Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho pecaron. Fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral,(cf Agustín, lib.1,1,1;S.Tomás de A., s.th.1-2,79,1).Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien.
Sea como sea, de lo que no cabe duda es que para San Pablo la raíz o última razón de todo está en el “beneplácito” divino: porque Dios así lo quiere. Conforme a ese beneplácito, nos eligió para ser santos. y nos predestinó a la adopción de hijos suyos. No se trata aquí de elección y predestinación a la gloria, en el sentido en que suelen poner esta cuestión los teólogos, sino de elección y predestinación a la condición de cristianos. Es la misma idea expuesta en Rom 8:28-30,.La elección se realiza “en Cristo ” (v.4),unidos al cual Dios nos contempla y ama desde toda la eternidad; es también “mediante Cristo ” (v.5),el Hijo natural de Dios, como se nos concede la filiación adoptiva (vea. Rom 8,14-17;Gal 4:5),y “somos gratos ” a Dios (v.6).Causa final suprema de todo este plan divino de bendición es “la alabanza de la gloria de su gracia ” ((v.6),es decir, que las criaturas todas reconozcan y alaben la grandeza o “gloria ” de Dios (vea .Ex 24:16;Jn 1:18;Rom 1:20),manifestada en ese modo de proceder de pura gracia (favor no merecido)con el cristiano. La expresión “en amor” puede referirse, bien a “nos eligió” (Ecumenio, Santo Tomás), bien a “predestinándonos” (San Jerónimo, Knabenbauer, Vosté), bien a “santos e inmaculados” (Prat, Huby).Gramaticalmente es muy difícil decidir la cuestión. En el primero o segundo caso se aludiría al amor de Dios a nosotros, fuente y raíz de elección y predestinación (vea.2:4-5); en el tercer caso se aludiría más bien al amor de nosotros a Dios, como tratando de explicar en qué consiste concretamente la “santidad” del cristiano, es decir, en la práctica de la caridad (vea 1 Cor 13:1-13;Gal 5:14; Col 3:14). [1]
Expuesto así, en sus líneas generales, el plan divino de salvación, a continuación el Apóstol (5.y-10) fija su mirada en Cristo, eje central de la obra redentora. Es por nuestra unión a Cristo, con quien formamos un mismo cuerpo, como entramos en el plan divino de salvación, obteniendo la “redención ” y la remisión de nuestros pecados (v.7;vea .Rom 3:24-25).La expresión “según las riquezas de su gracia ” (v.7),bastante frecuente en el Apóstol (vea.2:7;Rom 2:4),es un hebraísmo para indicar la abundancia de dones con que Dios (el Padre)nos ha favorecido, cosa que se vuelve a recalcar en el v.8,mencionando expresamente, aparte los dones de “redención ” y “remisión de nuestros pecados,” la “sabiduría ” y la “prudencia ” Parece que con el término “sabiduría ” alude el Apóstol al conocimiento especulativo de los grandes misterios de la fe (vea .v.17;1 Cor 2:6;12:8),mientras que con el término “prudencia ” se refiere más bien al conocimiento práctico, en orden a la acción. Concretamente, el contenido de esa “sabiduría” se expresa en los v.8-10:“dándonos a conocer el misterio de su voluntad. De reunir en Cristo todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra.” He ahí lo que constituye la idea base y como la sustancia del plan divino de bendición “reunir en Cristo todas las cosas. Mucho se ha discutido sobre el sentido preciso que haya de darse al término “reunir.” Fuera de este pasaje, sólo aparece este término otra vez en el Nuevo Testamento (.Rom 13:9).Parece, atendido todo el contexto, que San Pablo se refiere a que en Cristo, como bajo una sola cabeza, habían de ser reagrupadas y pacificadas todas las cosas, dispersas antes por el pecado, reagrupación y pacificación que afecta sobre todo a los hombres (vea .v.22-23;2:14-22),pero que se extiende también al resto de la creación, sometida toda a Cristo (vea .v.21;4:10;Col 1:15-20; Rom 8:19-23;1 Cor 15:24-28).A este plan divino de “reunión en Cristo ” Pablo lo llama “misterio ” (v.9; cf. Rom 16:25; 1 Cor 2:7;Col 2:2),pues por largo tiempo estuvo oculto a toda criatura, habiendo sido revelado únicamente ahora, al llegar el momento de su realización “en la plenitud de los tiempos ” (v.10;cf.Gal 4:4) . San Pablo se fija, finalmente, en los hombres redimidos, que divide en dos grupos, judíos (v.11-12)y gentiles (v.13-14),partícipes por igual de la salvación divina. De los primeros, entre los cuales se pone a sí mismo la expresión “hemos sido.”, dice que “en él (Cristo) han sido hechos herederos” es decir, gracias a su incorporación y unión vital a Cristo, han entrado a participar de la “herencia” mesiánica o bienes de la redención (cf.Rom 8:17).La frase “nosotros los que ya antes habíamos esperado en Cristo” (v.12), alude a las esperanzas mesiánicas, característica fundamental de la vida religiosa judía. En cuanto a los gentiles (“también vosotros.”), han entrado también a participar de esos mismos bienes por su “fe en el Evangelio” (cf.Gal 3:29; 4:7);y buena prueba de ello es que han sido sellados con el Espíritu Santo prometido, que es arras de nuestra herencia (v.13-14).
Esta salvación comenzó en la eternidad, y aquí en la tierra se desarrolla por medio de la justificación y purificación del pecado, pero no recibirá su consumación definitiva hasta que llegue la visión de Dios, en el cielo (.Rom 8:23), a cuya etapa final, de cuya consecución tenemos ahora como “arras” el Espíritu, aludiría aquí San Pablo. Y todo “para alabanza de la gloria de Dios” (v.14), expresión que, a manera de estribillo, se repite por tercera vez (vea .6.12). [2]

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