martes, 10 de noviembre de 2009

Ley y Gracia. Fin de la ley comienzo de la Gracia 2 Cor 3:7-11

DISPENSACION DE LA LEY DISPENSACION DE LA GRACIA
¿Se abolió la ley?


2 Corintios 3:7-11

El ministerio que causaba muerte, el que estaba grabado con letras en piedra, fue tan glorioso que los israelitas no podían mirar la cara de Moisés debido a la gloria que se reflejaba en su rostro, la cual ya se estaba extinguiendo. Pues bien, si aquel ministerio fue así, ¿no será todavía más glorioso el ministerio del Espíritu? Si es glorioso el ministerio que trae condenación, ¡cuánto más glorioso será el ministerio que trae la justicia! En efecto, lo que fue glorioso ya no lo es, si se le compara con esta excelsa gloria. Y si vino con gloria lo que ya se estaba extinguiendo, ¡cuánto mayor será la gloria de lo que permanece!

DISPENSACION DE LA LEY

La dispensación de la ley comienza en Éxodo 19:3 y se extiende a través de todo el período hasta el día de Pentecostés en Hechos 2, aunque la ley finalizó en un sentido en la cruz. Ciertas porciones como el evangelio de Juan y algunos pasajes selectos en los otros evangelios anticiparon, sin embargo, la era presente de la gracia.[1]
La ley mosaica fue dirigida solamente a Israel, y los gentiles no eran juzgados por sus normas. La ley contenía un detallado sistema de obras, incluidas tres principales divisiones: los mandamientos (la voluntad expresada de Dios, Ex. 20: 1-26); los juicios (la vida social y civil de Israel, Ex. 21: 1 - 24: 11); y las ordenanzas (la vida religiosa de Israel, Ex. 24: 12 - 31: 18). El sistema de sacrificios y del sacerdocio que fue incluido era tanto legal como de gracia. El gobierno en esta dispensación era una teocracia, un gobierno por medio de Dios a través de sus profetas, sacerdotes y (más tarde) reyes. El pacto mosaico fue también de carácter temporal, en vigencia sólo hasta que Cristo viniese (Gá. 3:24-25). La naturaleza de la dispensación era condicional, esto es, la bendición estaba condicionada a la obediencia.
Por primera vez en la historia la Escritura reveló un completo y detallado sistema religioso bajo la ley, proveyó el terreno para la limpieza y el perdón, la adoración, y oración, y ofreció una esperanza futura. Bajo la ley hubo constante fracaso. Esto es evidente especialmente en el período de los jueces, pero siguió hasta después de la muerte de Salomón y la división del reino de Israel en dos reinos. Hubo períodos cuando la ley fue completamente olvidada e ignorada y la idolatría reinaba en forma suprema. El Nuevo Testamento continúa el registro de fracasos, que culmina en el rechazo y crucifixión de Cristo, quien en su vida guardó la ley en forma perfecta.
Fueron infringidos muchos juicios durante la dispensación de la ley como se describe en Deuteronomio 28:1 - 30:20. Los mayores juicios fueron el cautiverio bajo Asiria y Babilonia, de los cuales retornaron en el tiempo debido. Los juicios de Israel también vinieron después del término de la dispensación e incluyeron la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. y la dispersión mundial de Israel. La gran tribulación, otro tiempo de angustia para Jacob, está todavía por delante (Jer. 30:1-11; Dn. 12:1; Mt. 24:22).
Bajo la ley, sin embargo, también era administrada la gracia divina en aquel sistema de sacrificios que fue provisto como una vía de restauración para el pecaminoso Israel, y el Dios paciente se manifiesta en la provisión de profetas, jueces y reyes y en la preservación de la nación. En repetidas ocasiones el arrepentimiento de Israel fue aceptado por Dios, y a través de este período fue escrito el Antiguo Testamento. La bendición coronadora fue la venida de Cristo como el Mesías de Israel, a quien la nación entera rechazó.
En un sentido la dispensación de la ley terminó en la cruz (Ro. 10:4; 2 Co. 3:11-14; Gá. 3:19, 25). Pero en otro sentido no concluyó hasta el día de Pentecostés, cuando comenzó la dispensación de la gracia. Aunque la ley finalizó como una regla específica de vida, continúa siendo una revelación de la justicia de Dios y puede ser estudiada con provecho por los cristianos para determinar el carácter santo de Dios. Los principios morales que resaltan la ley continúan, puesto que Dios no cambia; pero los creyentes hoy día no están obligados a guardar los detalles de la ley, dado que la dispensación ha cambiado y la regla de vida dada a Israel no es la regla de vida para la iglesia. A pesar de ello, pueden hacerse varias aplicaciones de la ley, aunque una interpretación estricta sólo relaciona a la ley mosaica con Israel.
El propósito de la leyera proveer una regla justa de vida y traer el pecado a condenación. La experiencia de Israel bajo la ley demostró que la ley moral, cívica y religiosa no puede salvar o santificar. La ley nunca fue propuesta para proveer la salvación para el hombre, ya sea mientras estaba en vigencia o después, y por medio de su naturaleza era débil, por cuanto no podía justificar (Ro. 3:20; Gá. 2:16); no podía santificar o perfeccionar (He. 7: 18-19); estaba limitada en su vigencia y duración (Gá. 3:19); no podía regenerar (Gá. 3:21-22), y sólo podía hacer manifiesto el pecado (Ro. 7: 5-9; 8:3; 1 Co. 15:56). La ley hizo posible que Dios demostrara que todos eran culpables y que toda boca calló (Ro. 3:19), e hizo evidente la necesidad de Cristo (Ro. 7:7-25; Gá.3:21-27).

DISPENSACION DE LA GRACIA

La dispensación de la gracia comienza justamente en Hechos 2 y continúa a través del Nuevo Testamento, culminando con el arrebatamiento de la iglesia. Algunas enseñanzas concernientes a la dispensación de la gracia fueron introducidas antes, como en Juan 13-17. Las Escrituras que se relacionan con esta dispensación se extienden desde Hechos 1 hasta Apocalipsis 3. La dispensación de la gracia fue dirigida solamente a la iglesia, puesto que el mundo como un todo continúa bajo la conciencia y el gobierno humanos. En ella, la salvación se revela que es por la fe únicamente, lo cual fue siempre verdad, pero ahora se hace más evidente (Ro. 1:16; 3:22-28; 4:16; 5:15-19). Las altas normas de gracia elevan a esta dispensación por sobre todas las reglas de vida previas (Jn. 13:34-35; Ro. 12:1-2; Fil. 2:5; Col. 1:10-14; 3:1; 1 Ts. 5:23).
Sin embargo, bajo la gracia el fracaso fue también evidente, puesto que la gracia no produjo ni la aceptación universal de Cristo ni una iglesia triunfante. De hecho, la Escritura predijo que habría apostasía dentro de la iglesia profesante (1 Ti. 4:1-3; 2 Ti. 3:1-13; 2 P. 2-3; Jud.). Aunque Dios está cumpliendo sus propósitos en llamar a gentes para su nombre de entre los judíos y gentiles, la porción profesan te pero no salva de la iglesia dejada atrás en el arrebatamiento será juzgada en el período entre el arrebatamiento y la venida de Cristo para establecer su reino (Mt. 24:1-26; Ap. 6-19). La iglesia verdadera será juzgada en el cielo en el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10-11).
En esta edad presente la gracia divina es especialmente evidente en la venida de Cristo (Jn. 1:17), en la salvación del creyente y en nuestra posición ante Dios (Ro. 3:24; 5:1-2, 15-21; Gá. 1:1 - 2:21; Ef. 2:4-10), y en la naturaleza de la gracia como una regla de vida (Gá. 3:1 - 5:26). La dispensación de la gracia termina con el arrebatamiento de la iglesia, el cual será seguido por el juicio de la iglesia profesante (Ap. 17:16). La era de la gracia es una dispensación diferente en lo que concierne a abarcar a creyentes judíos y gentiles. Por contraste, la ley de Israel era solamente para Israel, el gobierno humano era para el mundo entero, y la conciencia se extiende a toda la gente. En la presente dispensación la ley mosaica está completamente cancelada en cuanto a su aplicación inmediata, pero continúa para testificar de la santidad de Dios y provee muchas lecciones espirituales para ser aplicadas. Aunque todas las dispensaciones contienen un elemento de gracia, la dispensación de la gracia es la suprema manifestación de ambas cosas, la totalidad de la salvación recibida y en cuanto a una regla de vida.
Uno de los muchos beneficios importantes de la muerte de Cristo fue la inauguración del principio de la fe-justicia para reemplazar el principio de la ley-obras. Sin embargo, la declaración de Pablo en Romanos 10:4 de que Cristo es el fin de la ley pudiera entenderse con el significado o bien de terminación, o bien de propósito. En otras palabras, o Cristo puso fin a la ley, o el propósito de la venida de Cristo fue el cumplir la ley (Mateo 5:17). Sin embargo, la terminación parece ser claramente el significado en este contexto, debido al contraste (comenzando en Romanos 9:30) entre la ley y la justicia de Dios. El argumento de Pablo que sigue no es que el judío estaba incompleto y necesitaba la venida de Cristo para perfeccionar su posición ante Dios, sino que su posición bajo el principio de ley-obras estaba absolutamente incorrecto porque buscaba establecer la justicia por el principio de ley-obras en vez de por aceptar el don de ]a justicia de Dios. Aunque es cierto que nuestro Señor cumplió la ley, este pasaje no está enseñando eso, sino más bien, que El puso fin a la ley y proveyó un camino nuevo y vivo hacia Dios.

La naturaleza de la ley

La ley a la que nuestro Señor puso fin fue, por supuesto, la ley mosaica, de acuerdo al contraste que se halla en el pasaje mismo. Para explicar la importancia de este beneficio de la obra de Cristo, primero es necesario observar algunos de los detalles de la ley mosaica.
  1. La ley mosaica era una unidad. Generalmente la ley se divide en tres partes: la moral, la ceremonial, y la judicial. Los Diez Mandamientos componen la parte moral (Éxodo 34:28). Los juicios comienzan en el 21:2 e incluyen una lista de los derechos entre los hombres con los correspondientes juicios para los ofensores. La parte ceremonial comienza en el 25:1 y regulaba la vida de adoración de Israel. Aunque esta división tripartita es casi universalmente aceptada en la teología cristiana, el pueblo judío o no la reconocía o a lo menos no insistía en ella. Más bien ellos dividían los 613 mandamientos de la ley en doce familias de mandamientos, los cuales entonces eran subdivididos en doce familias adicionales de mandamientos positivos y doce familias adicionales de negativos. Mandamientos específicos que se clasificaban en estas varias categorías se tomaban de muchos lugares dentro de la ley, simplemente, porque la ley se veía como una unidad. Cuando se toman en cuenta las penalidades conectadas a ciertos mandamientos, se percibe aun más el carácter unido de la ley. Cuando se violó el mandamiento de guardar el sábado (uno de los “mandamientos”) por un hombre que recogía leña en ese día, la penalidad fue la muerte a pedradas (Números 15:32–36). Cuando el pueblo de Israel violó el mandamiento concerniente al año sabático para la tierra (uno de los “juicios”), Dios los mandó al cautiverio donde muchos murieron (Jeremías 25:11). Cuando Nadab y Abiú ofrecieron fuego extraño delante de Dios (una de las “ordenanzas”), ellos murieron inmediatamente (Levítico 10:1–7). Claramente, estos mandamientos de varias partes de la ley eran de igual obligatoriedad y el castigo igualmente severo. La ley era una unidad. Santiago consideró a la ley como una unidad. El censuró la parcialidad porque violaba la ley de amar el prójimo como a sí mismo, y esta sola violación, dijo él, hizo al pueblo culpable de quebrantar toda la ley (Santiago 2:8). El difícilmente hubiera podido llegar a semejante conclusión si la ley no fuera una unidad. 2. La ley fue dada a Israel. El Antiguo Testamento y el Nuevo son unánimes en esto (Levítico 26:46; Romanos 9:4). Además, Pablo estableció un contraste entre los judíos, quienes recibieron la ley, y los gentiles, que no la recibieron (2:14).


El fin de la ley


El Concilio de Jerusalén arregló este asunto temprano y claramente (Hechos 15). Debatiendo la pregunta de que si la circuncisión era necesaria para la salvación o no, el concilio pronunció un no enfático. Pedro describió la ley como un yugo imposible de llevar. Cuando los líderes les escribieron a los creyentes gentiles para limitar su libertad en asuntos que eran ofensivos a los creyentes judíos, no trataron de colocar a los creyentes bajo la ley (lo cual hubiera arreglado el problema rápidamente), porque ellos entendieron que la ley había llegado a su fin. En 2 Corintios 3:7–11 Pablo aun especifica que la parte de la ley que fue escrita en tablas de piedra (los Diez Mandamientos) había sido abrogada. El se atreve a calificar la parte moral de la ley como un ministerio de muerte y condenación, pero, gracias a Dios, esto ha sido reemplazado por el nuevo pacto, que trae vida y justificación. n Hebreos 7:11–12 el escritor demuestra la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el de Aarón. El concluye que si el sacerdocio aarónico o levítico hubiera podido traer la perfección al pueblo, no habría sido necesario otro sacerdocio basado en Melquisedec. Y ese cambio de sacerdocio hizo necesario un cambio en la ley. En otras palabras, si la ley no se hubiera abrogado, entonces tampoco lo habría sido el sacerdocio levítico, y Cristo no fuera nuestro Sumo Sacerdote hoy en día. Pero si Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, entonces la ley ya no puede estar vigente ni ser obligatoria para nosotros.


El problema que se levanta


Si Cristo puso fin a la ley, entonces, ¿por qué incluye el Nuevo Testamento algunas partes de la ley mosaica en su ética? ¿Cómo podía terminar la unidad y aun así contener aspectos específicos que todavía obligan al cristiano? Si el Nuevo Testamento incluyera la totalidad de los Diez Mandamientos, la respuesta sería simple: La ley moral continúa, mientras que el resto ha caducado. Pero el Nuevo Testamento solamente incluye nueve de los diez, y complica más cualquier solución simple, por incluir algunas leyes de otras partes que no son la sección moral de la ley (Romanos 13:9; Santiago 2:8).


Soluciones al problema que se sugieren


1. La de Calvino. Calvino enseñó que la abrogación de la ley se refería a la liberación de la conciencia del temor y a la cesación de las ceremonias judías antiguas. El hizo distinción entre la ley moral, de la cual dijo que solamente fue abrogada en cuanto a su efecto de condenar a las personas, y la ley ceremonial, la cual, dijo él, fue abrogada tanto en sus efectos como en su uso. Al tratar con 2 Corintios 3, solamente señaló de manera general la diferencia entre la muerte y la vida en los pactos antiguo y nuevo. El presentó una exposición muy buena de los Diez Mandamientos, pero no consideró que el domingo fuese una continuación del sábado (como lo hizo la Confesión de Westminster). En otras palabras, Calvino, como muchos que lo han seguido, consideraba que parte pero no toda la ley, ha cesado, y que los Diez Mandamientos con la excepción del sábado, el cual él tomó en una forma no literal, son obligatorios para los creyentes hoy en día. (Institución, II, XI, 4 y II, VIII, 33). Obviamente, esto resuelve verdaderamente el problema. 2. La de Murray. John Murray afirma claramente que los Diez Mandamientos fueron abolidos, pero los ve como aplicables en un sentido más profundo, cualquiera que sea su significado. El escribió: “Por lo tanto, la abolición de estas regulaciones coincide con una comprensión más profunda de la santidad de los Diez Mandamientos. Es esta misma línea de pensamiento que se ha de aplicar también al cuarto mandamiento. ¿Abolición de algunas de las regulaciones mosaicas? ¡Sí! Pero esto no afecta en ninguna manera a la santidad del mandamiento ni a la obligatoriedad de la observancia que es el complemento de esa santidad” (Collected Writings [Carlisle, Penn: Banner of Truth Trust, 1976], 1:212). 3. La mía. La única solución (la cual yo nunca he visto propuesta por ningún otro) que parece hacerle completa justicia al sentido pleno de los varios pasajes de las Escrituras, hace distinción entre un código y los mandamientos contenidos dentro del mismo. La ley mosaica fue uno de varios códigos de conducta ética que Dios ha dado a través de la historia humana. Ese código particular contenía 613 mandamientos. También han existido otros códigos. Adán vivió bajo leyes, que en su totalidad se pudieran llamar el código de Adán o el código de Edén. Se esperaba que Noé obedeciera las leyes de Dios, así que había un código noético. Sabemos que Dios le reveló a Abraham muchos mandamientos y leyes (Génesis 26:5). Estos se pudieran llamar el código abrahámico. El código mosaico contenía todas las leyes de la ley. Y hoy en día vivimos bajo la ley de Cristo (Gálatas 6:2), o la ley del Espíritu de vida en Cristo (Romanos 8:2). Este código contiene cientos de mandamientos específicos registrados en el Nuevo Testamento. Ahora la ley mosaica fue descartada en su totalidad como código. Ha sido reemplazada por la ley de Cristo. La ley de Cristo contiene algunos mandamientos nuevos (1 Timoteo 4:4), algunos antiguos (Romanos 13:9), y algunos revisados (Romanos 13:4, relativo a la pena de muerte). Todas las leyes del código mosaico han sido abolidas, porque el código lo ha sido. Los mandamientos mosaicos específicos que son parte del código cristiano aparecen allí no como una continuación de la ley mosaica, o para que se observen en un sentido más profundo, sino como específicamente incorporados en ese código, y como tales son obligatorios para los creyentes hoy en día. Una ley particular que fue parte del código mosaico se ha abolido; esa misma ley, si es parte de la ley de Cristo, está vigente. Es necesario establecer ambas verdades para no tener que recurrir a una interpretación no literal de 2 Corintios 3 ó de Hebreos 7, y para no tener que llegar a alguna clase de contorsión teológica a fin de retener parte de la ley mosaica. Una ilustración de esta idea: A medida que los niños van madurando, los padres instituyen códigos diferentes. Algunos de los mismos mandamientos puede que aparezcan en esos distintos códigos. Pero cuando el nuevo código entra en vigencia, el antiguo se abroga. Así ocurrió con la ley mosaica cuando nuestro Señor llegó a ser el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree.


[1] [1] Para ampliar el tema, vea los libros de teología de Chafer y Ryrie, Stanley Norton y Myer Pearlam

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