ROCA DE SALVACION
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No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos
En los hijos anteriores, Jacob no encuentra motivo de alabanza, y, en consecuencia, no les augura un porvenir brillante. Pero, al llegar a Judá, cambia la perspectiva, y el horizonte es más halagüeño. Este cambio de perspectiva aparece en el comienzo, con la frase: “Pero tú (eres) Judá...” (v.8). Es el contraste con lo que antecede. Hay un juego de palabras entre Judá (Yehûdah ) y “te alabarán” (yodûka ).Sus hermanos le alabarán, reconociendo su superioridad al vencer a los enemigos, cogiéndolos por la cerviz en su huida 28 .Por eso se postrarán ante él los hijos de su padre (v.8b), es decir, las otras tribus. La hegemonía de Judá sobre el resto de las tribus israelitas se cumplió en tiempos de David y de Salomón, descendientes de la tribu de Judá. Además, es entonces cuando se obtuvieron las victorias más resonantes sobre los enemigos, arameos, filisteos, edomitas, moabitas y amonitas. Por eso Judá es semejante a un león que ha hecho su presa y sube tranquilamente a devorarla, sin que nadie se atreva a hostigarlo (V.9).Judá ha vencido a los enemigos y se repliega en sus montañas para disfrutar de su botín, sin que nadie se atreva a hostigarla. Es como una leona con sus cachorros, a la que nadie se atreve a acercarse y menos a hacerle frente 29. Judá, además, es figurado como un rey sentado que mantiene en sus manos el cetro y el báculo ,o bastón de mando, entre sus pies hasta que venga aquel cuyo es, es decir, a quien le pertenece el cetro, símbolo del poder .Aparte de esta preeminencia política de Judá sobre las demás tribus, su territorio será rico en viñas y en pastos, de forma que atará a la vid su pollino...,lavará en vino sus vestidos...,y de la leche blanquean sus dientes (v.11).Esta descripción hiperbólica encuentra su paralelo en las descripciones idealistas de los tiempos mesiánicos hechas por los profetas del siglo VIII a.C.
Aunque el poema parece reflejar la época histórica del tiempo de los jueces, este vaticinio relativo a Judá parece que ha sido retocado a la luz de su preeminencia en los tiempos de David y Salomón, y aun el v.10 parece encontrar su marco ideológico en la época de la predicación profética de Amós, Isaías y Miqueas. Por eso no pocos autores consideran este v.10 como glosa de un autor profético de los tiempos gloriosos de la monarquía de Judá.
La tradición rabínica, representada por las versiones de Onkelos, Targum hierosolimitano y Talmud, admite el sentido mesiánico del vaticinio. Los Padres Apostólicos relacionaron esta profecía con la expresión de Ap.5:5 “león de Judá,” aplicada a Cristo victorioso. En el texto se habla de la obediencia que los pueblos prestarán a un personaje misterioso cuyo cetro le pertenece. Y se supone que Judá conservará cierta preeminencia (“no faltará de Judá el cetro”) sobre las tribus hasta que llegue a quien de modo especial le pertenece el cetro. No se dice expresamente que el personaje de quien es el cetro sea de la tribu de Judá, pero parece insinuarse, ya que, de lo contrario, se indicaría la procedencia del Mesías de otra tribu. Judá, pues, mantendrá su Supremacía, simbolizada en el cetro, hasta que llegue el tiempo de entregarlo al Mesías, que continuará esta supremacía. En el verso 11 se habla de la abundancia de bienes materiales, lo que está en consonancia con las profecías mesiánicas de Amós e Isaías. La tribu de Judá mantuvo de hecho la supremacía durante la monarquía hasta el 586 a.C., y aun después del exilio, por ser la tribu a la que perteneció el gran rey David, y sobre todo porque en su territorio radicaba el templo de Jerusalén, centro espiritual de la nación. Vemos, pues, cómo las profecías mesiánicas empiezan a concretarse en una rama de los descendientes de Jacob. En Gen. 3:15 se habla de un triunfo de la “descendencia” de la mujer sobre el principio del mal instigador. En Gen.9:26, la bendición de Noé, segundo padre de la humanidad, recae sobre los semitas. En Gén.12:3 se promete a Abraham (de raza semítica) la bendición de su descendencia. Esta bendición y promesa es heredada por Isaac y Jacob, y ahora se concreta, y se anuncia por primera vez una persona que encarne el ideal mesiánico en una de las tribus procedentes de éste. En 2 Sam. 7:11-17, la promesa se concreta en la familia davídica, de la tribu de Judá; y en Miq.5:3 se dice que nacerá en Belén. Así, la primera perspectiva general va adquiriendo contornos definidos.
En los hijos anteriores, Jacob no encuentra motivo de alabanza, y, en consecuencia, no les augura un porvenir brillante. Pero, al llegar a Judá, cambia la perspectiva, y el horizonte es más halagüeño. Este cambio de perspectiva aparece en el comienzo, con la frase: “Pero tú (eres) Judá...” (v.8). Es el contraste con lo que antecede. Hay un juego de palabras entre Judá (Yehûdah ) y “te alabarán” (yodûka ).Sus hermanos le alabarán, reconociendo su superioridad al vencer a los enemigos, cogiéndolos por la cerviz en su huida 28 .Por eso se postrarán ante él los hijos de su padre (v.8b), es decir, las otras tribus. La hegemonía de Judá sobre el resto de las tribus israelitas se cumplió en tiempos de David y de Salomón, descendientes de la tribu de Judá. Además, es entonces cuando se obtuvieron las victorias más resonantes sobre los enemigos, arameos, filisteos, edomitas, moabitas y amonitas. Por eso Judá es semejante a un león que ha hecho su presa y sube tranquilamente a devorarla, sin que nadie se atreva a hostigarlo (V.9).Judá ha vencido a los enemigos y se repliega en sus montañas para disfrutar de su botín, sin que nadie se atreva a hostigarla. Es como una leona con sus cachorros, a la que nadie se atreve a acercarse y menos a hacerle frente 29. Judá, además, es figurado como un rey sentado que mantiene en sus manos el cetro y el báculo ,o bastón de mando, entre sus pies hasta que venga aquel cuyo es, es decir, a quien le pertenece el cetro, símbolo del poder .Aparte de esta preeminencia política de Judá sobre las demás tribus, su territorio será rico en viñas y en pastos, de forma que atará a la vid su pollino...,lavará en vino sus vestidos...,y de la leche blanquean sus dientes (v.11).Esta descripción hiperbólica encuentra su paralelo en las descripciones idealistas de los tiempos mesiánicos hechas por los profetas del siglo VIII a.C.
Aunque el poema parece reflejar la época histórica del tiempo de los jueces, este vaticinio relativo a Judá parece que ha sido retocado a la luz de su preeminencia en los tiempos de David y Salomón, y aun el v.10 parece encontrar su marco ideológico en la época de la predicación profética de Amós, Isaías y Miqueas. Por eso no pocos autores consideran este v.10 como glosa de un autor profético de los tiempos gloriosos de la monarquía de Judá.
La tradición rabínica, representada por las versiones de Onkelos, Targum hierosolimitano y Talmud, admite el sentido mesiánico del vaticinio. Los Padres Apostólicos relacionaron esta profecía con la expresión de Ap.5:5 “león de Judá,” aplicada a Cristo victorioso. En el texto se habla de la obediencia que los pueblos prestarán a un personaje misterioso cuyo cetro le pertenece. Y se supone que Judá conservará cierta preeminencia (“no faltará de Judá el cetro”) sobre las tribus hasta que llegue a quien de modo especial le pertenece el cetro. No se dice expresamente que el personaje de quien es el cetro sea de la tribu de Judá, pero parece insinuarse, ya que, de lo contrario, se indicaría la procedencia del Mesías de otra tribu. Judá, pues, mantendrá su Supremacía, simbolizada en el cetro, hasta que llegue el tiempo de entregarlo al Mesías, que continuará esta supremacía. En el verso 11 se habla de la abundancia de bienes materiales, lo que está en consonancia con las profecías mesiánicas de Amós e Isaías. La tribu de Judá mantuvo de hecho la supremacía durante la monarquía hasta el 586 a.C., y aun después del exilio, por ser la tribu a la que perteneció el gran rey David, y sobre todo porque en su territorio radicaba el templo de Jerusalén, centro espiritual de la nación. Vemos, pues, cómo las profecías mesiánicas empiezan a concretarse en una rama de los descendientes de Jacob. En Gen. 3:15 se habla de un triunfo de la “descendencia” de la mujer sobre el principio del mal instigador. En Gen.9:26, la bendición de Noé, segundo padre de la humanidad, recae sobre los semitas. En Gén.12:3 se promete a Abraham (de raza semítica) la bendición de su descendencia. Esta bendición y promesa es heredada por Isaac y Jacob, y ahora se concreta, y se anuncia por primera vez una persona que encarne el ideal mesiánico en una de las tribus procedentes de éste. En 2 Sam. 7:11-17, la promesa se concreta en la familia davídica, de la tribu de Judá; y en Miq.5:3 se dice que nacerá en Belén. Así, la primera perspectiva general va adquiriendo contornos definidos.
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