jueves, 7 de enero de 2010

Conflicto entre la carne y el espiritu. Salmo 73

ROCA DE SALVACION

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¡Ciertamente bueno es Dios para con Israel, para con los limpios de corazón! En cuanto a mí, por poco se deslizaron mis pies; casi resbalaron mis pasos, porque tuve envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de los impíos. Pues no hay para ellos dolores de muerte; más bien, es robusto su cuerpo. No sufren las congojas humanas, ni son afligidos como otros hombres. Por eso la soberbia los ciñe cual collar, y los cubre un vestido de violencia. Sus ojos se les salen de gordura; logran con creces los antojos de su corazón. Se mofan y hablan con maldad; desde lo alto planean la opresión. Dirigen contra el cielo su boca, y sus lenguas recorren la tierra. Por eso mi pueblo va hacia ellos, y beben de lleno sus palabras. Ellos dicen: “¿Cómo sabrá Dios?” o “¿Habrá conocimiento en el Altísimo?” He aquí, estos impíos siempre están tranquilos, y aumentan sus riquezas. ¡Ciertamente en vano he mantenido puro mi corazón y he lavado mis manos en inocencia! Pues he sido azotado todo el día, empezando mí castigo por las mañanas. Si yo dijera: “Hablaré como ellos”, he aquí que traicionaría a la generación de tus hijos. Pensé para entender esto; ha sido duro trabajo ante mis ojos, hasta que, venido al santuario de Dios, comprendí el destino final de ellos:

Mientras hacemos esta reflexión, no podemos evitar pensar y a la vez orar, por nuestro querido hermano Humberto Martínez Sabó, superintendente general de las Asambleas de Dios en Cuba, por muchos años, un siervo, sufrido, valeroso y dedicado. Su Esposa María, dedicada hermana, siempre presente para servir a Dios y a los hermanos, ahora necesita nuestro apoyo.
En este salmo se plantea el gran escándalo para las almas justas del AT: ¿Por qué prosperan los impíos en esta vida? ¿Cómo es que Dios no les da el merecido según sus obras? El salmista aborda el problema y lo resuelve a las luces del AT., cuando aún no había esperanza de retribución en ultratumba: el triunfo de los impíos es efímero, pues cuando más eufóricos están les llega la hora del castigo fulminante divino. Con toda sinceridad, el poeta declara que ha estado a punto de perder su fe en la Providencia al ser testigo de la prosperidad de los malvados, pues ha llegado hasta tener envidia de su situación prevalente en la sociedad. Su paz y bienestar contrastan con la inquietud del justo. Gozan de buena salud y parecen libres de las tribulaciones que afectan al común de los hombres (v.5).
El tema de este salmo ha sido una piedra de tropiezo para los hombres buenos y justos de todos los tiempos, los amigos de Job no pudieron pasar este cuestionamiento; a saber: la prosperidad de los inicuos y las aflicciones de los piadosos en el tiempo presente. Los filósofos paganos se han quedado perplejos ante ella, en tanto que para los creyentes ha sido con mucha frecuencia una tentación.
Thomas Thomason en el libro “La coherencia esencial de los dos Testamentos” sostiene que el salmo setenta y tres es un testimonio notable de la lucha mental que un judío eminente y piadoso sufrió al contemplar las condiciones respectivas de los justos y de los malvados. Cuenta que el peor sobresalto para su fe fue el contrastar la prosperidad de los inicuos, que, aunque con orgullo, menospreciaban a Dios y al hombre, prosperaban en el mundo e incrementaban sus riquezas con sus esfuerzos, en tanto que el que había purificado su corazón y lavado sus manos en la inocencia se veía «plagado todo el día y disciplinado cada mañana». En el Salmo setenta y tres el alma busca y razona en lo que ve; es decir, una maldad que triunfa y una justicia que sufre. , ¿A qué conclusión llega? «He purificado mi corazón en vano..» Este es el resultado de la búsqueda.
El alma busca y razona en lo que encuentra. ¿Cuál es la conclusión? « ¡Ha olvidado Dios su misericordia! Esto es lo que resulta de mirar adentro de uno mismo y a las circunstancias que nos rodean. ¿Dónde, pues, hemos de mirar en tiempos de perplejidad? Directamente hacia arriba, el autor de Hebreos dice “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe; quien por el gozo que tenía por delante sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Considerad, pues, al que soportó tanta hostilidad de pecadores contra sí mismo, para que no decaiga vuestro ánimo ni desmayéis.. ¿Cuál será la conclusión? Cristo sufrió injustamente también, el verdadero fin del ser humano es aguardado en la eternidad. Vamos a entender el «fin» del hombre y seguir el «camino» de Dios, cuando creamos y entendamos la eternidad, el futuro que le espera a justos e injustos.
Los errores del corazón (sentimientos) y los errores de la cabeza (razonamientos) afectan pronto a la conducta. Hay una relación íntima entre el corazón y los pies. Asaf apenas podía mantenerse en pie, su entereza se perdía, sus rodillas se doblaban como una pared que se desploma. Cuando un hombre duda de la rectitud de Dios, su propia integridad se tambalea. La noción que prevalece todavía es que una muerte quieta significa un más allá feliz. El Salmista ha observado que la verdad no es ésta. Las personas descuidadas se endurecen y siguen en su presunción seguros incluso hasta el fin. Matthew Henry decía “Los hombres pueden morir como corderos, pero tener su habitación permanente con las cabras”.
Los versos del encabezamiento nos presentan el enigma de la Providencia.. ¡La piedra de tropiezo de la fe! Los injustos recompensados y mimados, y no durante un día o una hora, sino toda su vida. Desde su juventud estos hombres, que merecen la perdición, se han regodeado en la prosperidad. Merecen ser colgados en cadenas, son dignos de ser expulsados del mundo, y, con todo, el mundo pasa a ser suyo. El camino al cielo es un camino de aflicción, un camino de perplejidad, persecución, con cruces abundantes, como fue la ruta de los israelitas por el desierto, o la de Jonatán y su escudero, que tenían una peña a un lado y otra peña en el otro. Y en tanto que se arrastraban a gatas, las piedras, los espinos y cardos se les clavaban en las manos; y los peñascos y promontorios estaban sobre ellos; así el cielo es alcanzado con dolores, paciencia y violencia, siendo la aflicción un compañero inseparable. «El camino de la cruz es la ruta del cielo», dijo un mártir (Bradford); y otro: «Si hay algún camino hacia el cielo, pasa por la cruz.» Un hombre puede ir al infierno sin necesidad de cayado, como decimos; el camino al mismo es fácil, recto, lleno de rosas; basta con ceder a Satanás, pasar de un pecado a otro, de un mal propósito a una mala práctica, de la práctica a la costumbre.
El ser fiel a Dios y a su Ley supone gran sacrificio, pues es exponerse a la pobreza y a la incomprensión. Aparentemente, la piedad no le ha traído sino incomprensiones sin cuento al salmista. Esta es la realidad de cada día. La clave del problema, está en la consideración de las postrimerías del pecador, el fin siniestro que le espera (17).Su prosperidad es momentánea, pues a la hora de la verdad se encontrará con la justicia divina.

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