MINISTERIO DE REFLEXION TEOLOGICA EN LINEA
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¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? ¡Por supuesto! También lo es de los gentiles.
Para muchos, el vocablo gentil, no pasa mas haya de ser una designación técnica para denominar a todo el que no es judío. Muy pocos saben que detrás de ese termino se esconde un concepto teológico de dimensiones gigantescas.
Gentil es un vocablo técnico que designa en la Biblia a todos los pueblos del mundo distintos del Pueblo de Dios, eso es correcto, Inicialmente significó simplemente «nación» y se aplicó también al pueblo de Israel. Pero poco a poco la conciencia de elección va acentuando la idea de la distinción de Israel de todos los demás, y eso se refleja en el término gentil. La diferencia de Israel de los demás pueblos, es más religiosa que étnica o de raza. Israel es el Pueblo elegido, el único que conoce al Dios verdadero; los demás pueblos no conocen a Dios, son idólatras, y en este sentido pueden llamarse «no-pueblo» (Deut 32,21). Con el fin de precisar la división o diferencia entre Israel y las otras naciones, se reserva, aunque no con total exclusividad, el término «gentiles» (hebreo góyim, griego etlme), que en este sentido se traduce indiferentemente por gentes, naciones, paganos (palabra que viene del latín pagus, aldea, y cuya acepción técnica actual se debe a que, en los primeros momentos de expansión del cristianismo, éste se extiende sobre todo por las ciudades, de manera que es en el campo donde perdura más la religión romana o paganismo.
La valoración, por tanto, del termino Genil, debe partir de una idea correcta de su causa, esto es, del concepto de elección. Con estas premisas se comprende mejor el concepto bíblico de gentil. En su origen el término así como el concepto teológico que esconde comienzan con la elección de Abraham. El primer testigo, es decir Abraham, fue tomado de entre una humanidad idólatra (Gen 11; 12,1), pero su misión era la de llevar la bendición a «todos los linajes de la tierra (gentiles)» (Gen 12,3; Hechos 3,25; Gala 3,8). De Abraham procede el pueblo de Israel, los no gentiles, cuya preparación como testigo abarca toda la historia del A. T. En esta ascensión hacia la madurez, el camino es accidentado y hay altibajos, que son la ocasión para que la Revelación se vaya precisando más. Este pueblo, ante todo, es una realidad religiosa más que étnica, aunque en la práctica casi coincidan ambas cosas. Su definición no se basa en la sangre o en la raza, sino en el hecho de ser el depositario (el testigo) de las promesas universales de Dios, concretadas de momento en el pacto y en el culto al Dios único. La condición de pertenencia o ingreso a este pueblo es la circuncisión, que tampoco es un dato étnico, sino religioso: es la señal del pacto (Gen 17). Los demás, los gentiles, son los pueblos sin Dios, o adoradores de dioses, y se hallan, por lo mismo, fuera. Pero tampoco se los desprecia. No hay dificultad en admitir a gentiles. Los extranjeros residentes, siempre que acepten la circuncisión (Ex 12,48 ss.; Num 15,15; Jos 6,25; cte.). El Deuteronomio inculca sin cesar el respeto y el amor a estos extranjeros.
En una palabra, para reunir a la humanidad dispersa, Dios elige a Abraham llamándolo "fuera de su tierra, de su patria y de su casa"(Gn 12,1), para hacer de él "Abraham", es decir,"el padre de una multitud de naciones"(Gn 17,5):"En ti serán benditas todas las naciones de la tierra"(Gn 12,3 Gal 3,8). El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el pueblo de la elección (cf.Rom 11,28). Los no gentiles, llamados a preparar la reunión un día de todos los hijos de Dios en la unidad de la Iglesia (cf.Jn 11,52;10,16);ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los gentiles ,hechos creyentes (cf.Rom 11,17-18.24).
"En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y practica la justicia. Sin embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa. Eligió, pues, a Israel para pueblo suyo, hizo un pacto con él y lo fue educando poco a poco. Le fue revelando su persona y su plan a lo largo de su historia y lo fue santificando. Todo esto, sin embargo, sucedió como preparación y figura del pacto nuevo y perfecto que iba a realizar en Cristo. Es decir, el Nuevo Testamento, convocando, en su sangre, a las gentes de entre los judíos y los gentiles para que se unieran, no según la carne, sino en el Espíritu"
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